Por Orlando de Jesús Tuberquia Cartagena. Supervisor Distrito 12, Urabá

“La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1: 5).

La luz y las tinieblas han sido dos fuerzas opuestas entre sí desde el principio. La Biblia nos da testimonio de que en el principio las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y luego cuando Dios organizó el universo dijo: «Sea la luz». Y separó Dios la luz de las tinieblas (Génesis 1: 2-4). Desde entonces, las tinieblas han representado un reino maligno, de pecado, zozobra, muerte y terror, impactando a todos en el mundo.

Por su parte, la luz representa un reino de esperanza, de vida, gloria y bendición; por esta razón el Señor Jesús usa una metáfora muy importante que dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8: 12). Esto nos deja ver que mientras las tinieblas representan un reino de maldad, el Señor Jesús es dueño de un reino de vida, de luz y de paz. Juan en su evangelio da testimonio del Señor Jesús diciendo: “La luz que alumbra a todo hombre, venía a este mundo, en el mundo estaba y el mundo por él fue hecho, pero el mundo no le conoció” (Juan 1:9-10).

Es pues el Señor Jesús, el rayo de luz más potente que jamás pueda ser igualado, de Él profetizó Isaías cuando dijo: “mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo en que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles. El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; y los que moraban en sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Isaías 9:1-2). De este, habla el apóstol Pablo cuando relata su conversión (Hechos 26:12-15) y declara que cuando iba por el camino cerca a Damasco, a eso del mediodía vio una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, los rodeó y cayeron a tierra; luego oyó una voz desconocida para él que le decía, ¿por qué me persigues?, Pablo dijo: ¿quién eres Señor? Y la respuesta le vino diciendo, Yo Soy Jesús a quien tú persigues; Saulo quien es Pablo, se encontró con la luz de la vida, la cual cambió su destino.

Es cierto que el sol es fuerte en su esplendor, sin embargo aquí encontramos una luz que superó al resplandor que este produce al mediodía y se identificó diciendo: “Yo Soy Jesús”. En éste mismo relato, Pablo dice que fue puesto por Dios como apóstol y testigo de las cosas que había visto, además fue enviado a los gentiles, para que abrieran sus ojos y se convirtieran de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios. “Te libraré de tu propio pueblo y de los gentiles. Te envío a estos” (Hechos 26: 17)

Esta comisión se hizo efectiva con la enseñanza y predicación del apóstol Pablo al mundo de ese entonces, iluminando con la Palabra de Dios los ojos de la gente que estaba en tinieblas, para que fueran libres de la fuerza maligna de Satanás y encontraran la libertad de sus prisiones, como se escribió, “Luego que clamaron a Jehová en su angustia, los libró de sus aflicciones; los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte, y rompió sus prisiones” (Salmos 107:13-14).

También Pablo dice, “Dios nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de su amado hijo” (Colosenses 1:12-13).

Estos y otros textos más, nos dejan ver que Cristo es la única y verdadera luz que ilumina en medio de un mundo oscuro, cambiando el destino de los que moran en tinieblas.

Es importante tener en cuenta lo que Jesús dijo, “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5: 14). Esto tiene una implicación demasiado grande tanto para los discípulos, como para la Iglesia de hoy; pues Cristo y la Iglesia son un cuerpo, donde el Señor Jesús es la cabeza.

Esto es de gran relevancia, pues nos permite entender que hoy Cristo transmite su luz a un mundo oscuro por medio de nosotros; así lo dejó ver Pablo, que dice: «Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo» (Filipenses 2:15).

El apóstol Pedro en su primera carta capítulo 2, versículo 9, escribió refiriéndose a la Iglesia como pueblo de Dios e identificó cuatro cualidades importantes de la Iglesia y un objetivo claro y definido. Sus características son: Linaje escogido, real sacerdocio, nación santa y pueblo adquirido por Dios; estas cuatro características hacen a la Iglesia única por su procedencia, su función, su calificativo y su adquisición. Pero, ¿para qué son estos cuatro pilares de identificación? “Para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).

Es pues nuestra tarea transmitirle al mundo una luz, no luces que confundan a los que moran en tinieblas, sino una luz, la de Cristo el Señor, la cual es inconfundible y ninguna tiniebla prevalece contra ella, pues trasciende más que los mismos rayos del sol al mediodía.

Somos una luz encendida para el mundo, la cual debe comenzar a alumbrar en nuestra familia y en nuestros pueblos, hasta trascender más allá de nuestras fronteras; como dice la Palabra, no se enciende una luz para esconderla, sino que se pone en alto para que todos se beneficien de ella. Sigamos brillando, que tenemos la antorcha que alumbra en lugar oscuro y las tinieblas no prevalecen contra ella.

…la luz representa un reino de esperanza, de vida, gloria y bendición; por esta razón el Señor Jesús usa una metáfora muy importante que dice: «Yo soy la luz del mundo»…